Viajar sin dudas es de lo más gratificante que tiene la vida, aún cuando muchas veces esos viajes no son lo que esperábamos o incluso si en esos viaje tenemos experiencias y encuentros que no desearíamos tener. Siempre recordamos algo de cada uno de los viajes que realizamos, situaciones que podemos contar y de las cuales, tal vez, aprender.
Hay quienes eligen viajar sin rumbo definido, hay quienes organizan sus viajes hasta en el más mínimo detalle, Hay quienes logran integrar el orden y el caos, usan el caos en el orden y el orden en el caos, y hacen de cualquier viaje un Viaje de Vida.
Para quienes no conocen el norte argentino les cuento que es un destino único, imponente, una apertura mental, y más aún para un porteño[1]. Encontrarse con la cultura norteña, con paisajes y personas milenarias que atraviesan el alma, puede ser un antes y después para quien así lo decida.
Yo viajé por primera vez al norte Argentino cuando concluí la secundaria. No es el mismo norte que es hoy, algo cambió, me es imposible poner ese cambio en palabras, tal vez por que ese cambio no es sólo algo externo.
En ese viaje fue la única vez que sentí que estaba dentro de un éxodo, con cientos de personas que viajaban de un pueblo a otro con el único fin de “ser libres”. Recuerdo llegar a un camping en la madrugada, agotado, y poner la carpa en medio de un descampado, y levantarme a la mañana siguiente rodeado de 50 carpas, pegadas una al lado de la otra, que en momento alguno registré cómo habían llegado ahí. Cada minuto era una nueva experiencia, el contexto sorprendía, y lo esperado era ir al encuentro de lo inesperado.
Eso que para muchos puede parecer un caos reinante tenía un claro orden. Muchos de los que estábamos ahí buscábamos ir más allá de la caja habitual a la que estábamos acostumbrados en nuestras vidas cotidianas, expandir nuestro arte, encontrar el amor, conocer nuevos lugares, aprender a resolver con lo que surgiera en el momento. Todo eso alimentaba la construcción de una creencia, de que en ese viaje encontraríamos la libertad, y esa creencia era lo que nos unía a todos en un mismo lugar.
En ese viaje leí por primera vez a Herman Hesse, uno de los escritores que marcó mi vida. Recorrer ese contexto norteño hacía crecer en mí una especie de fascinación por conocerme a mí mismo, llegar a entender qué era lo que me quería transmitir el autor de Demián, de Siddharta, del Lobo Estepario, de Narciso y Goldmundo, a través de tan movilizantes relatos. Había nacido algo en mí, que antes no existía, similar al mito de Abraxas.
“El pájaro rompe el cascarón. El huevo es el mundo. El que quiere nacer tiene que romper un mundo”[2]
Algunos viajes representan un cambio, un volver a nacer, ¿y qué entendemos por ese “volver a nacer”?, podemos llamarlo también “reorientar el norte”, una expresión que solemos decir cuando queremos alinearnos hacia el lugar de eso que queremos lograr, y para eso es necesario, como en todo viaje, contar con herramientas con las que ordenar desde dónde partimos y a dónde queremos llegar.
Pensalo para toda tu vida, definir a dónde te diriges es definir tu estrategia, pero las estrategias no sirven si no tienes en claro el resultado que quieres lograr ¿cuál es el destino al que queres llegar?, ¿qué vas a hacer en las situaciones de la vida cotidiana para llegar al destino que te propones llegar?
No todos los viajes son un volver a nacer o un antes y después, el 99% de los viajes parecen mover hasta lo más profundo de nuestros cimientos y no van más allá de lo que sentimos en ese viaje. Si nosotros no nos encargamos de hacer de ese viaje un antes y después, esa marca de la que hablaba al inicio del escrito, ese volver a nacer, no es más que una sensación, un sentimiento efímero que se apaga en cuanto estamos de nuevo en la rutina de nuestra vida cotidiana.
Vayas a donde vayas, viajes a dónde viajes, hay una “nueva vida cotidiana” que se instala. Incluso para quienes “viajan sin rumbo” y se mudan constantemente, ese día a día de “no tener rumbo” se vuelve una cotidianeidad. Entonces ¿qué hace que un viaje sea un “volver a nacer”? Eso es posible generarlo y ordenarlo con tu Plan, tu Resultado, Estrategias, Tácticas, y más importante aún, reconociendo el lugar desde el cuál partiste.
Tal vez no tengas en claro aún qué queres hacer en o de tu vida, pero seguramente si tenés en claro un viaje que queres hacer, un dinero que queres ganar, un evento del que quieras participar, una persona que quieras conocer, o muchas cosas mas.
Poner en palabras habladas o escritas eso que queres lograr, es el primer paso para comenzar un viaje que sea un antes y después en tu Vida, empezando por establecer tu Resultado y tus Estrategias. Un punto de inicio con el que ver, comprender y entrenarte en la integración del caos y el orden, decidiendo lo que va más allá de la dialéctica caos/orden en la que todos solemos quedar atrapados.
¿Qué relación hay entre el Resultado, Estrategia, Tácticas y el lugar desde el cuál partimos? Eso vamos a recorrerlo en los próximos escritos.
***Juan Ignacio Costoya***
[1] En Argentina se le dice “porteño” a los nacidos en la capital del país.
[2] Demián, Herman Hesse
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