Casi tres años con cambios de trabajo, de carrera, incluso de casa en la que vivía, me llevaron al primer trabajo en el que estuve por un período de tiempo más extenso (dos años). Empezaba a cursar el Ciclo Básico Común para entrar a la carrera de Sociología y me interesaba cada vez más por temas sociales, aportar a través de mis acciones a una mejor sociedad, ayudar a otros, una posición muy altruista de mi parte.
Fue así que, luego de conocer el lugar a través de una investigación que realicé cursando la carrera de periodismo, comencé a trabajar en una fundación realizando tareas administrativas, dentro de una casa en la que acompañaban a chicos en situación de vulnerabilidad social y económica.
Al poco tiempo me di cuenta que hacer esas tareas administrativas era para mi una excusa, que mi Estrategia era estar más cerca de lo que “realmente” me interesaba como Resultado, que era aprender qué implicaba el trabajo de campo e implicarme en resolver problemáticas cotidianas en un lugar donde todos los días, literalmente, había algún conflicto inesperado.
El contexto de esa casa era completamente distinto a mi cotidianeidad (eso pensé yo durante mucho años), y eran esas diferencias las que hacían que me atraiga tanto ese contexto. Las conmovedoras y desgarradoras historias de los chicos y jóvenes que asistían a ese lugar eran muy movilizantes, y ante esas situaciones de vida tan conmocionantes todo lo otro parecía no tener ni sentido ni relevancia.
Trabajando en esas tareas administrativas me acerqué paso a paso a lo que más me interesaba, los talleres y espacios de encuentro que se hacían en otra parte de la casa. A los pocos meses ya estaba participando de esos espacios y talleres al mismo tiempo que hacía las tareas administrativas. Fue el primer lugar en dónde aprendí que dedicarle tiempo a alguien, aunque sea oír a esas personas (que no es lo mismo que escucharlas), es en sí mismo un gran aporte, más aún para alguien al que la familia no le brinda ese espacio y tiempo.
El trabajo que realicé durante dos años consistió en acompañar a esos jóvenes a través de diferentes talleres que diseñábamos semana a semana, actividades recreativas, lúdicas, educativas, artísticas, que desafiaban mi creatividad, mi capacidad de generar interés, de mantener el foco, de enseñar algo que aportara, de qué hacer ante la frustración.
Era un desafío constante por que en medio de cada actividad había situaciones extremas que rompían con todo lo planificado, contingencias muy diversas: desde jóvenes que entraban habiendo consumido alguna droga, gritos, enfrentamientos físicos, familiares que venían desaforadamente a hacer un reclamo, la resignación de mis propios compañeros, hasta la situación en la que tuve que enfrentar a un policía que pretendía llevarse detenido a un jóven para justificar que no habían encontrado a quien había realizado un robo sucedido en la zona. En ese trabajo fue donde también ví por primera vez un brote psicótico.
Que algo sea contingente es que algo pueda suceder o no en una situación. Teniendo 20 años jamás se me habría ocurrido que las contingencias también forman parte de un plan, y hoy puedo decir y entender que quien no considera las contingencias no tiene un plan, lo que tiene es una idea del plan, que sólo podrá conmensurar que funcionó si también es capaz de responder ante esas contingencias que surgen.
En el próximo escrito voy a detallar más acerca de a qué me refiero con esas contingencias y qué hacía yo en esos momentos, y más adelante también me encargaré de anotar con qué considerar esas contingencias al momento de diseñar nuestro plan.
***Juan Ignacio Costoya***
Maravilloso!!!
Ahora quiero más!!!
Que estrategias nos brindará el siguiente escrito en respuesta a las contingencias???
Finalizó abriendo y ampliando.
Gracias!!!