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Foto del escritorJuan Ignacio Costoya

El valor de la implicación

En el escrito anterior me referí a la relación de lo denso y lo sutil al momento de considerar la resolución de un problema que se nos presenta, y llegamos a ver, comprender y concluir con más claridad que, todo lo que logremos resolver desde lo sutil será más eficaz que pretender resolverlo en lo denso.


En el capítulo (1) de “Vacío y Lleno”, Sun Tzu nos plantea una nueva dialéctica desde la cuál abordar el encuentro con eso que se nos presenta como problema.


Sun Tzu nos dice: “Aparece dónde no puedan ir, dirígete hacia dónde menos se lo esperen. Para desplazarte cientos de kilómetros sin cansancio, atraviesa tierras despobladas”.


El doble, o triple sentido que podemos encontrar en los aforismos de Sun Tzu, nos muestra que hay mucho por develar.


Como vimos en el escrito anterior cuando nos encontramos ante un problema lo automático en nosotros nos dice que tenemos que resolver en lo denso ese problema, llenarnos de cuestiones como generar más dinero, más conocimiento, más contactos, más difusión, más inversiones, etc. Cada una de esas acciones y objetos son con los que pretendemos llenar nuestra realidad, pero luego de transcurrido un tiempo nos damos cuenta que todo eso realizado no funciona, o nos funciona una vez y luego no.


Cuando Sun Tzu nos dice “Aparece a dónde no puedan ir, dirígete hacia dónde menos se lo esperen”, ¿a quién se refiere? Si seguimos la lógica de lo que venimos recorriendo en la Meta del Guerrero nos daremos cuenta de que Sun Tzu nos habla de algo que está tanto en lo externo como en lo interno. ¿A dónde yo no puedo ir?; ¿Qué es lo que menos espero de una situación? Sun Tzu está muy interesado en decirnos que ahí es dónde está la clave: la clave está en aparecer dónde ni otros, ni nosotros mismos, apareceríamos, la clave está en dirigirnos a eso que ni otros, ni nosotros mismos, nos interesaríamos en dirigirnos. La lógica de ir a buscar lo vulnerable en nosotros para hacernos invencibles es utilizada en este aforismo también.


Ahora entonces, si queremos realizar un viaje, ¿Quién viaja más rápido, más descansado, más despierto; quién va cargado o quien va ligero? Si queremos aparecer en ese lugar en el que nos dicen que no podemos, si nos dirigimos a eso que nadie se espera que nos dirijamos, sin dudas es mejor ir ligeros, o también podríamos decir “vacíos”, y eso es lo que nos transmite Sun Tzu en su aforismo: “Para desplazarte cientos de kilómetros sin cansancio, atraviesa tierras despobladas”. Si quiero dirigirme a algo más allá de lo posible, como viajar cientos de kilómetros, y no cansarme, es mejor ir por tierras despobladas, tierras vacías, y como vimos lo “despoblado” no es solo en lo externo sino también en lo interno.


¿Qué sería atravesar tierras despobladas, en “lo interno”?


Ir cargados no hace falta explicarlo que es sinónimo de decir ir llenos de algo, y como vimos antes, el ego en nosotros lo primero que nos vende es que debemos ir cargados de ciertos concepciones que determinan que lo que queremos lograr solo lo vamos a lograr con: “más dinero, más conocimiento, más contactos, más difusión, más inversión…”. Pero si esas concepciones no nos sirven lo que están generando es peso, están ahí llenando nuestra mente de interpretaciones que no nos permiten ver algo diferente, entonces podemos reconocer fácilmente de qué es de lo que tenemos que vaciarnos para dar lugar a oportunidades que no las vemos desde nuestras concepciones automáticas.


En este punto ya podemos articular por una vía clara la relación entre lo lleno y lo vacío, título del capítulo, usando el aforismo de Sun Tzu.


Imagínense una situación cotidiana, un político que quiere resolver el reclamo de un pueblo, que recurre a dar más recursos, recurre a sus especialistas, recurre a tácticas de comunicación para promover que gente lo apoye a él en vez de a quienes realizan el reclamo, y así hasta que se le acaban las ideas, y el problema sigue allí. Un lugar muy claro dónde ver esto mismo es en la película “¿Cuánto vale la vida?”, que retrata lo que hizo el Fondo de Compensación a las Víctimas del 11 de septiembre. Para ir al punto de lo que estamos viendo, Kenneth Feinberg, el abogado encargado de cuantificar el valor asegurado para las víctimas del atentado, hace todo un recorrido durante años, en dónde pretende mejorar su fórmula matemática, sus tácticas políticas, su ofrecimiento económico, etc. para darse cuenta luego que la única vía por la cuál resolver el conflicto es implicarse él en lo que le sucede a cada una de las familias de las víctimas. Resolver primero en él el conflicto para luego lograr resolverlo afuera.


¿De que iba lleno Kenneth Feinberg? De concepciones que le decían que con sus conocimientos de leyes, de política y de economía iba a lograr resolver la cuestión. Sin embargo se encontró con un enorme obstáculo, y sólo logró resolverlo cuando se vació de esas concepciones y miró hacia las personas y hacia lo que esas personas le reflejaban de él.


"¿Cómo lo logró?", es la pregunta que inmediatamente nos surge después. Y aunque parezca imposible, y eso era lo que le decían los especialistas a Feinberg, lo que él hizo fue negociar una por una con las familias afectadas y llegar a un acuerdo que considerara a cada afectado en particular.


Sun Tzu nos dice: "En consecuencia, los buenos Guerreros hacen que los demás vengan a ellos, y de ningún modo se dejan atraer fuera de su campo".


Sun Tzu nos dice claramente que el Guerrero no se deja atraer fuera de su campo. A un Guerrero no le dicen los paradigmas imperantes (la economía, la religión, la ciencia o la política), cuál es su problema, ni cuál es su solución. Si el Guerrero se deja atraer fuera de su campo jamás logrará conocer la causa de ese problema.


Si el problema nos lo dice el paradigma imperante, y el paradigma imperante choca con ese problema, no lograremos resolver ese problema desde ese mismo paradigma. Precisamos recurrir a un paradigma que vea, comprenda y llegue a conclusiones más sutiles, para entender por ejemplo que si Feinberg no se implicaba en lo que le pasaba a sí mismo ante tan trágico suceso como fue el del 11 de Septiembre, no iba a lograr nunca que los afectados se impliquen en lo que él les proponía. Relación directa en dónde se ve que claramente que el adentro y afuera de la situación logramos ordenarlo por que hay un tercer lugar que ordena, y ese tercer lugar es la implicación particular de quién realiza la propuesta y de las personas afectadas.


Hablar de lo particular me lleva a invitarlos a recorrer este escrito que escribí en el otro blog, dónde relato mi aplicación de lo que aquí explico: Actividad desde el Enseñante en mi.


Hay una milonga que dice:


Aprendí que en esta vida

hay que llorar si otros lloran

y si la murga se ríe,

hay que saberse reír;

no pensar ni equivocado...

¿para qué? si igual se vive,

y además corres el riesgo

que te bauticen gil (2)

Y quién comprenda la ironía comprenderá también a dónde nos lleva no vaciarnos e ir llenos de lo que otro decida por nosotros.


***Juan Ignacio Costoya***

 

(1) En el escrito “El ordenador entre lo invencible y lo vulnerable”, ya hice referencia a que no existen los capítulos en los escritos realizados por Sun Tzu, ya que el orden de lo que hoy compramos a través del libro, es totalmente arbitrario, a gusto de las editoriales.




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