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Solución y Problema - El Para Qué en la Planificación*

Actualizado: 30 nov 2020

Avanzando hacia clarificar los conceptos trabajados en el primer artículo y con la intención de ir creando bases sólidas que nos permitan ir subiendo escalón por escalón para adentrarnos en los conceptos primordiales de la planificación (resultado, estrategia, táctica y desde dónde), les propongo en este artículo que nos enfoquemos en una pregunta que considero fundacional a la hora de pensar nuestra planificación, una pregunta que conviene hacernos siempre, y más aún antes de comenzar a planificar.


La pregunta por el “¿por qué?” la hemos recorrido en el primer artículo y voy a seguir ahondando en muchas de las cuestiones ahí mencionadas. En este artículo quiero hacer alusión a otra pregunta que como dije, considero fundacional, ya que cada vez que logremos responderla estaremos más cerca de eso que queremos lograr.


Esa pregunta es: ¿Para Que planificamos?


Al hacernos esta pregunta en principio nos encontramos con dos palabras que nos brindan un primer encuentro con el Para Qué en la planificación, y esas dos palabras son: problema y solución. Planificamos para resolver problemas y planificamos para encontrar soluciones. Estos dos lugares son bastantes comunes en nuestra vida y parecen fáciles de ser definidos, sin embargo, contienen también interpretaciones preconcebidas que nos exigen repensar de qué estamos hablando cuando hablamos de problema y solución, sin caer en laberintos filosóficos. Comprendiendo a que refieren estas dos palabras y su relación entre sí, estaremos en condiciones de llegar a una conclusión respecto a Para Qué planificamos.


Les propongo de los dos lugares que comencemos por el que se entiende como el polo positivo, la solución. La etimología de solución es: “...acción y efecto de disminuir la concentración de un cuerpo o sustancia, mezclándolo con un líquido”(1), y encontramos en el interior de esta etimología la palabra solvere, que significa “soltar, liberar, dividir”(2).


La acción propia de disminuir una concentración mezclándola con un líquido nos habla de algo muy particular, un pasaje de un estado a otro, más específicamente, de un estado sólido a un estado líquido, por lo tanto podríamos decir, de un estado denso a uno más sutil. Gracias a esa mezcla, lo sólido, podríamos decir también el problema, se soluciona. La etimología de solución nos habla entonces de que encontrar una solución a algo sigue una lógica, en la que de lo que se trata es de lograr que el problema (sólido) se vaya solucionando para entrar en un estado más sutil (líquido), alcanzando así ambos una integración en un mismo estado.


Esta interpretación si bien es muy clara y la podemos pensar en relación directa con las palabras problema y solución, podemos pensarla también desde otra perspectiva que le brinda mayor consistencia a lo argumentado, ya que existe una ley que precisamente trata sobre este mismo pasaje de estados, una ley que abarca a todo lo que sucede en el universo y que afirma que lo sutil rige sobre lo denso. La lógica que está contenida en la palabra solución nos habla de la Ley de Interdeterminación de los Planos(3)(lo psíquico rige sobre lo energético y lo energético sobre lo físico). Esta ley ancestral proveniente del Kybalión(4) nos plantea una apertura a un mundo completamente nuevo para quién no conocía esta ley de antes, y nos brinda una guía muy clara para ir comprendiendo que la organización del universo tienen una lógica que puede ser abarcada, la cual podemos aprovechar y utilizar para lo que nosotros queremos planificar y lograr en nuestra vida.

Si avanzamos y buscamos la etimología de la palabra problema nos encontramos con que problema es una “cuestión que se tiene que solucionar”(5) o “asunto cuya solución se debe averiguar”(6). En estas definiciones etimológicas entendemos la primer relación entre problema y solución, y queda aún más aclarado lo que comprendimos de la palabra solución.

La pregunta ahora es, ¿siempre debe haber un problema para hallar una solución, o es posible hablar de solución sin hablar de problema?


Ante esta pregunta automáticamente solemos pensar que solo hay soluciones cuando existen desde ante los problemas, y si miramos un poco más en profundidad comprenderemos que en realidad las soluciones existen sin necesidad de que previamente haya un problema, la diferencia aquí vista desde la física radica en si utilizamos la palabra solución como un verbo o como un sustantivo. Para que se entienda esta relación en lo cotidiano voy a ubicar algunos ejemplos de lo que se considera a la a la hora de pensar la planificación en una empresa: una mejora de procesos, una expansión de una empresa, incrementar la cantidad de empleados, mejorar un sistema de contactos y comunicación, todos estos son ejemplos de soluciones que no implican necesariamente un problema previo, son mejoras que nos permiten crear cosas nuevas, crecer, expandirnos(7).

Esta segunda relación entre problema y solución nos muestra entonces que cuando nosotros no logramos crear, crecer, expandirnos, eso se nos vuelve un problema porque no consideramos la cuestión antes de tiempo. Si el crecimiento, la creación, la expansión se nos han vuelto un problema es porque nos hemos permitido no atender a lo que teníamos que atender a tiempo, podríamos decir también que algo sutil se densificó, que el líquido se solidificó, rompiéndose la fluidez que nos proporcionaba la integración en un misma solución. Esta lógica es muy similar a lo que plantea Cornelius Castoriadis(8) con el concepto de magma, aunque aquí no nos referimos a los imaginarios.


Entonces, repasando las dos primeras relaciones entre problema y solución comprendemos que el problema necesita de ser solucionado y que una solución es algo fluido que puede mantenerse en ese estado o que puede modificarse y volver a contener un problema cuando no atendemos a cuestiones que surgen en lo externo y/o interno.


Hemos llegado a un punto importantísimo para comprender las diferencias y similitudes entre solución y problema, y si lo llevamos a nuestra vida cotidiana podemos aplicarlo muy eficazmente para preguntarnos si lo que tenemos enfrente nuestro es un problema o una solución. Aquí se abre una nueva interrogante que nos quedaba pendiente, y es ver el polo “negativo” del Para Que en la planificación, y esa interrogación es precisamente ¿Que pasa cuando la planificación que realizamos es para solucionar un problema?


Ya hemos visto que la etimología de problema nos habla de “una cuestión que se tiene que solucionar”, para solucionar algo entonces tendremos que primero comprender qué es esa cuestión, y como vemos la etimología de la palabra problema no nos dice mucho de cómo reconocer un problema.


La mayoría de las veces cuando nos encontramos frente a un problema lo primero que hacemos es querer encontrar una solución sin comprender antes cuál es el problema, es algo muy común, una respuesta automática arraigada en el psiquismo de todo ser humano, por que si hay algo que no tolera el psiquismo es la falla. Esto no quiere decir que no se pueda resolver ese automatismo, sino que, es importante primero reconocer que lo más probable es que ante un problema lo primero que intentemos sea no tolerar ese problema, y que eso se presenta por diversas vías: como no ver el problema, achicar el problema, creernos que ya entendimos el problema, y lo peor, creer que nunca fue un problema(9). En este punto hay mucho para desarrollar, pero supongamos que reconocemos que estamos ante un problema, la pregunta sería entonces, ¿cómo lo reconocemos?


Reflexionando sobre esta pregunta me doy cuenta que a mi en lo particular no me han enseñado cómo reconocer un problema, me han enseñado que tengo que solucionarlo pero no como reconocerlo, y me dí cuenta que a lo que suelo recurrir para reconocer un problema, por ser lo que me enseñaron y tener un orden a seguir por pasos, es un método que todos aceptamos por igual, al que le suponemos un saber, porque nos han inculcado que determina lo cierto y lo incierto; me refiero al método científico.


Lo he estudiado en muchísimas materias de mi carrera profesional, pero no hace falta haberlo estudiado profundamente para decir si nosotros pensamos desde este método o no, porque a todos los que estamos inmersos en una sociedad de cultura occidental nos han enseñado desde nuestra infancia a través de la escuela, la televisión, los diarios, la familia, que el método científico es el que rige lo que es más cercano a la verdad, y que éste está presente en todas las que son reconocidas como ciencias.


Este método nos dice que para que nuestro trabajo, investigación, proyecto, etc. sea válido, debe cumplir con pasos que avalen que lo que hacemos es “científicamente correcto”. Los pasos comienzan con una pregunta, luego con el desarrollo de un marco teórico (que implica ver otras casos similares, buscar autores, conceptos, material sobre el tema al que nos referimos, etc.), la definición de una hipótesis, construir variables e indicadores (para comprobar esa hipótesis) y recién ahí contrastar la hipótesis con la realidad. Desde la creación del método científico han surgido muchas variaciones a estos pasos de validación según el tipo de ciencia al que nos referimos: “El requisito de reproducibilidad y repetibilidad, fundamental en muchas ciencias, no se aplica a otras, como las ciencias humanas y sociales, donde los fenómenos no sólo no se pueden repetir controlada y artificialmente (que es en lo que consiste un experimento), sino que son, por su esencia, irrepetibles, por ejemplo, la historia”(10). Más allá de esas diferenciaciones conceptuales en su esencia todas las ciencias se sostienen sobre la misma estructura y la misma afirmación:


“El método científico abarca las prácticas aceptadas por la comunidad científica como válidas a la hora de exponer y confirmar sus teorías. Las reglas y principios del método científico buscan minimizar la influencia de la subjetividad del científico en su trabajo, reforzando así la validez de los resultados, y por ende, del conocimiento obtenido”(11).


Esa es la definición con la que se encuentra cualquier persona que entra a internet y busca sobre el método científico, y esta concepción es algo que tenemos incorporado en nuestro modo de pensar porque nos lo han inculcado desde la constitución de nuestro psiquismo en nuestros primeros 7 años de vida.


La pregunta ahora es, ¿entonces, el método científico, es el mejor para reconocer los problemas? Un método que nos dice que busca “minimizar la influencia de la subjetividad” está instalando en nosotros una idea regidora, esto es, que la persona no tiene que estar presente en eso que se investiga, que lo que importa son los hechos, lo objetivo, lo real, porque en eso concreto reside la realidad, y en esa idea regidora la persona es considerada un mero intermediario que recibe información y analiza la realidad.


Bajo esa definición pareciera entonces que el método científico nos sirve para identificar un problema que luego pueda ser estudiado desde la ciencia, pero este método entonces no nos sirve para nuestra vida cotidiana, porque nadie puede pensar sus problemas separado de su subjetividad (pensamientos y emociones), menos se puede pensar que nuestra subjetividad es algo que se puede minimizar como si fuera el volúmen de una radio. Esta definición a la que llega el método científico es una gran desilusión, y al mismo tiempo nos interpela, ¿es posible definir un problema sin influenciar esa definición con nuestros pensamientos?


En este punto voy a ser muy directo, ya que lo más avanzado de la ciencia actual, la Física Cuántica, nos dice que no. Existen dos experimentos muy reconocidos, el gato de Schrödinger (1935) y el experimento de la Doble Rendija (1801) que nos hablan de un fenómeno particular denominado “El efecto observador”. A modo de resumen para no adentrarnos en cuestiones técnicas, en ambos experimentos queda demostrado que todo acción experimental está influenciada desde antes por quién experimenta, a punto tal que el resultado está determinado desde antes por lo que el científico quiere lograr. Por eso han llamado a ese fenómeno el Efecto Observador, porque quién observa el experimento es el que genera desde antes el resultado de ese experimento, por lo tanto la concepción de objetividad que defiende la ciencia queda completamente desnuda, como en el cuento del rey desnudo. Y en estos experimentos no refieren a cuestiones de las ciencias sociales, sino específicamente de cuestiones físicas.


Es muy llamativo que El Efecto Observador y la Ley de Interdeterminación de los Planos nos hablan de lo mismo con más de 2500 años de diferencia, el psiquismo rigiendo por sobre lo físico, lo sútil rigiendo sobre lo denso.


Es en este punto que a modo de conclusión de este escrito es necesario ubicar un ordenamiento de todo lo recorrido, ya que como vimos y comprendimos El Para Qué de la Planificación está íntimamente relacionado con la solución y el problema. La comprensión de estas dos palabras no es tan sencilla como imaginamos en un comienzo, y la relación entre ambas nos permite afirmar que: el problema necesita de ser solucionado y que una solución es algo fluido que puede mantenerse en ese estado o que puede modificarse y volver a contener un problema cuando no atendemos a cuestiones que surgen en lo externo y/o interno. Es en ese punto donde nos encontramos con una fuerte interrogante respecto a cómo reconocer un problema, y vimos que el método científico nos aporta un modelo que no nos sirve para nuestra vida cotidiana, y que ese método rige en nosotros desde que somos pequeños diciéndonos que el sujeto no importa, que lo que importa es el objeto de estudio. Lo más sorprendente es que incluso la ciencia misma en una de sus vertientes más avanzadas demuestra que esta disociación entre sujeto y objeto que se pretende alcanzar mediante el método científico, es un mito. Hablaré en otro escrito del mito del golem.


Para concluir lo recorrido en este artículo aclaremos algo que la ciencia parece haber olvidado en lo que ellos denominan método: “Para designar a eso que en nuestra lengua llamamos camino, los griegos tenían una palabra: odós”; “Para designar el más allá de algo, el allende, los griegos tenían la preposición meta, y a ese final del camino, más allá del cual el sujeto se encuentra con su objeto, lo llamaron el metá odós”. “Con el tiempo, sustantivo y preposición se fundieron y así surgió una palabra: Método...la ardua tarea que emprende quién intenta llegar a la verdad-pues tal es el propósito del sujeto-...”(12)


¿En qué momento de la humanidad la palabra método paso a ser lo contrario de su definición de origen?


Aunque hemos dado los primeros pasos aún nos queda entonces ubicar con que SI reconocer un problema, y para eso los invito a que nos encontremos en un próximo escrito.


Notas y Bibliografía


*Antes de comenzar hago la explícita aclaración de que las bases metódicas y conceptuales de lo que estoy presentando en el siguiente escrito, se basan en los resultados de una investigación muy contundente realizada por el psicoanalista y conferencista argentino José Luis Parise, a través de su reconocido libro “El Otro Camino”.

4-El Kybalión es un documento de 19081​ que resume las enseñanzas de Hermes Trismegisto, cuya existencia se estima en Egipto antes de la época de los faraones.

7-Ver esparcir y expandir en Escrito 1 del Blog de Satya Planificación, “El inicio de la Planificación”.

8-Cornelius Castoriadis, filósofo, sociólogo, economista y psicoanalista greco-francés. Lógica de los magmas: junto con la imaginación radical, lo histórico-social y las significaciones imaginarias sociales, hace a los fundamentos - el más importante - del pensamiento de Castoriadis.

9- Esto refiere a las cuatro zonas de emergencia contenidas en los aportes que le realiza José Luis Parise al diagrama de Charles Sanders Peirce. Para conocer mas de este tema puede ver https://www.youtube.com/watch?v=Dj1LtYfoLpY&t=5s

11-Idem 10

12-Laura Daus de Puyau. “El Método Analítico”, Centro Editorial Argentino. Pag. 29.






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