Hecho Social
Con la convicción en mi creencia de que “saber más”[1] iba a traerme la solución para tener lo que me faltaba, para recién ahí, volver a estudiar periodismo, cambié mi norte y fui a estudiar sociología en la UBA.
Muchas de las materias que recorrí en la carrera de sociología eran muy interesantes, me tomaba el tiempo de leer todo el material, tratar de entenderlo en profundidad y llevarlo a mi vida cotidiana. Aprender de memoria y repetir jamás me funcionó, siempre me fue necesario asegurarme que comprendo lo que leo y encontrarle un uso práctico a eso que aprendo.
Cuando estaba en el primer año de la carrera recuerdo que nos hacían leer un libro primordial del pensamiento sociológico, “Las reglas del método sociológico”[2]. Leí muchísimas veces ese libro tratando de entender a qué se refería el autor con el concepto de hecho social, por que existía cierto acuerdo implícito entre profesores y estudiantes respecto de este concepto, que afirma que: “Hecho Social es todo modo de hacer, fijado o no, capaz de ejercer sobre el individuo una coacción exterior. O también, que es general en la extensión de una sociedad dada, al mismo tiempo que tiene una existencia propia, independiente de sus manifestaciones individuales”[3].
En resúmen, lo que sostenían fervientemente alumnos y profesores, partiendo desde esa definición, es que las personas somos el resultado de construcciones sociales y nada de lo que hagamos particularmente puede variar eso que lo social forjó a fuego en nosotros.
Tuve varias discusiones con otros compañeros, con profesores, incluso en las clases, respecto de ese concepto que hacía de axioma, por que si yo no aceptaba ese razonamiento estaba yendo en contra del fundamento más estructural de la sociología, era como querer ser católico sin creer en dios, inadmisible.
Podría haber elegido la vía de sostener mi posición y razonamiento, que en ese momento se basaba sólo en mi experiencia y vivencia personal, con la que defender que sí es posible generar un cambio desde lo particular. Esa construcción lógica que yo había armado estaba apoyada sobre un escarbadiente, no tenía sustento teórico, sólo mi experiencia personal en la fundación y el hospital de día, y ante cualquier pregunta que me hacían empezaba a titubear.
Fue así que decidí -o eso creí yo en ese momento, que yo era quien tomaba las decisiones-, abandonar la carrera de sociología, fundamentando mi decisión en que esa carrera no me aportaba algo concreto para el trabajo de campo que yo realizaba.
Teoría y práctica parecía que tomaban dos caminos completamente diferentes, no lograba unir lo que aprendía en la carrera de sociología con lo que hacía en mi trabajo, era como si ambas cuestiones hablaran dos idiomas completamente diferentes.
Creo que no es necesario describir la angustia que sentí por abandonar no una, sino dos carreras (periodismo y ahora sociología). El saber o no saber era una excusa de mi parte, y ahora me encontraba ante una nueva creencia forjada en mi.
Esa nueva creencia con la que me convencí a mi mismo en ese momento era que, lo que yo estudiara tenía que servirme para resolver situaciones de mi vida cotidiana. En ese momento necesitaba resolver qué hacía ante los pacientes del hospital de día en el que yo trabajaba como acompañante terapéutico. Buscaba un uso del saber mucho más pragmático, orientado, y a la vez, infinito, siempre habría algo para aprender.
Había despertado en mí desde hacía algunos años una convicción, que en ese momento no ponía en palabras, estaba decidido a que el trabajo que yo realizara sería para ayudar y sanar a otros, y la carrera de sociología no me aportaba a ese objetivo. El hecho social era cuasi un enemigo de mi convicción, por que si el individuo coercionado por lo social no puede cambiar, ¿Qué hacía yo con mi deseo de sanar a otras personas?
Es importante aclarar que entiendo lo que refiere a la socialización primaria y secundaria, todo aquello que hemos aprendido desde que nacimos en nuestra familia, cultura, escuela, etc. Aún así sostengo y estoy convencido de que quien decide cambiar, por más coerción social que exista sobre tal o cuál persona, es posible que lo haga si esa persona así lo desea. Y hay vidas que lo demuestran, la vida de los iniciados: Cristo, Mahoma, Buda, Krishna, etc. Así como hay infinidad de vidas, la mayoría, que no pasan de girar alrededor de esa coerción social, familiar, cultural, etc., coerción signada por los paradigmas imperantes, y que no es sólo social, sino que está directamente relacionada a lo que Freud llama el precipitado de identificaciones.
Si el hecho social se define como todo modo de hacer, ese hecho no pasa de una moda, de una forma, de una imágen a seguir, que está vacía de contenido, sólo es una apariencia que varía según los contextos, según dónde cada quién está inmerso.
Si ese modo pasa a ser algo que se instala en una sociedad y rige sobre esa sociedad y sus individuos, eso ya es un qué, no un cómo, es una estrategia definida por el otro y un resultado definido por un otro [4], que rige sobre nosotros, de tal manera que nos lo apropiamos como si fuera nuestro.
Esta “estrategia del otro” o “resultado del otro”, no es algo que el otro intenta imponer, sino que es lo que también maneja inconscientemente a ese otro, que sigue esa estrategia y ese resultado por que es lo que ha aprendido, sin darse cuenta de que eso lo maneja también a él.
Empezamos a comprender una lógica muy precisa, forjar un Resultados y las Estrategias propias hacen que cada quien se formule así mismo en eso que está haciendo, en vez de seguir ciegamente el resultado y las estrategias de otro. Podemos entender por qué los iniciados hicieron lo que hicieron, y por qué fueron recordados aún habiendo transcurrido milenios y milenios.
La creencia de que teoría y práctica van por separado, que una cosa es lo que sabemos y otra lo que hacemos, es una estrategia del otro muy clara, que está en función de separar lo que es necesario de ser comprendido en su particularidad, para llevar esa comprensión a un lugar superior, en dónde integrar teoría y práctica en una creación propia que una ambos polos.
Por eso hablo de planificación. Plan y acción van de la mano, y no existen el uno sin el otro, no hay plan sin acción, ni acción sin plan, la planificación es la integración continua de esos dos polos, que nos exige crear y sostener en la vida cotidiana eso creado.
Qué pasa entonces cuando la coerción nos determina ¿con qué romper la cadena que nos ata a la dependencia del resultado y estrategias del otro?
Ser grande es Continuar
Continuar es llegar lejos
Llegar lejos es retornar
***Juan Ignacio Costoya***
[1] Leer escrito “Saber”
[2] Émile Durkheim
[3] Pag. 39, “Las reglas del método sociológico, Émile Durkheim, Editorial Gorla
[4] Resultado y estrategias del otro son conceptos acuñados por José Luis Parise, que pueden encontrar en libro “El Otro Camino” o en videos donde se trabajen las Coordenadas Metódicas o el grafo de Peirce.
[5] Tao Teh King, Lao Tsé
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